Capítulo 35.19

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- No ha sido mala idea –dice Flynn, aprobando mi estrategia de tratar a Leila como una sumisa-. Y, ¿la soltó, así sin más?

- Digamos que sí –no tengo ganas de entrar en más detalles, y cambio de tema-. Envié a la señorita Steele con Taylor a… abajo –sería mentira decir que a mi apartamento-, y me quedé aquí con Leila. Guardé el arma allí, en mi chaqueta.

- No comprendo, ¿y la señorita Williams no hizo nada más? –Flynn parece no dar crédito.

- Así es, doctor.

- ¿Se podría decir que entró en una especie de trance? –pregunta.

- Sí, podría decirse. Las relaciones entre Amos y Sumisos son especiales, doctor. Entiendo que esto escapa a su competencia, pero digamos que la señorita Williams recuperó su antiguo papel en el que lo que daba sentido a su vida era complacerme.

De reojo estudio la reacción de Candance, con curiosidad. Noto que sus labios se abren para decir algo, pero Flynn la interrumpe.

- En ese caso, señor Grey, tengo que decirle que me parece una jugada maestra. Le felicito.

- Gracias.

- ¿Ha conseguido que le diga algo más? –inquiere el doctor.

- Sí. Me ha hablado de otros hombres, otros Amos. Dos, en concreto. Los dos de los que ya teníamos noticias. La señorita Williams dice que la abandonaron los dos. Aunque no es exactamente correcto –Flynn se acomoda en el sofá, escuchándome atentamente, pero sin quitar el ojo de la puerta del cuarto de baño, que aún está cerrada-, Leila abandonó a ese hombre, el tipo con el que se casó cuando se marchó de aquí. Dice que tuvo que irse porque ya no la quería.

- Sí, eso puede entenderse como una forma de abandono –afirma el doctor Flynn.

- A juzgar por la poca colaboración que mostró cuando nos pusimos en contacto con él para intentar localizarla, no me extraña demasiado que Leila se sintiera abandonada –reflexiono en voz alta.

- Sí, no puede decirse que estuviera muy preocupado por ella. ¿Qué ha dicho del otro hombre? –continúa preguntando el doctor Flynn.

- El otro hombre es con el que se marchó después de abandonar a su esposo.El que murió en el accidente. Leila simplemente ha dicho que la abandonó también.

- Y por eso ha vuelto a buscarle… Dígame, Grey, ¿cómo terminó exactamente su relación con ella? ¿Hay alguna posibilidad de que ella sienta que no fue usted, sino ella misma, la que terminó con su historia?

- Ella quería pasar a un –dudo antes de escoger la palabra, temiendo la reacción de Candance, que está visiblemente tensa- estadio superior. Quería una relación estable, al uso. Quería una familia y tener hijos. Yo no estaba preparado para eso –capto en ese momento una mirada llena de reproche de la ayudante de Flynn, y me corrijo sobre la marcha-, o no lo quería. No en ese momento –miro a la asistente cuando lo digo, por si le queda alguna duda del tipo de persona que soy.

- Entonces –sigue Flynn-, ¿podría decirse que fue de mutuo acuerdo?

- Podría decirse, sí. Aunque la realidad es que teníamos un acuerdo y lo rompimos, nos liberamos los dos de él.

- ¿Sabe si sufrió? ¿Si la elección de su marido fue algo voluntario?

No entiendo el cariz que está tomando la conversación con Flynn, y además, no puedo decir que me agrade. No soy quién para hacer un cuadro médico de Leila, puesto que le perdí la pista cuando se fue de aquí y, mientras lo estuvo, nuestra relación se ciñó estrictamente a los términos de Amo Sumisa.

- ¿No le contó todo esto la señorita Williams cuando la ingresaron la última vez? No veo por qué tengo que responder yo a preguntas que sólo le competen a ella. Preguntas de las que, además, no sé las respuestas.

- Lamento incomodarle, señor Grey, pero se trata de ayudar a la señorita Williams, y necesito saber el máximo posible para estar en condiciones de hacerlo. Y no, cuando la ingresamos no fue capaz de decir nada coherente, no al menos nada que sirviera para hacernos una idea de su estado general previo al asalto de su vivienda.

- Está bien –me disculpo con un gesto, entendiendo las razones del doctor y recuperando mi sentimiento de culpabilidad. Desde que empezó todo esto no dejo de preguntarme si es posible que yo le haya podido causar este daño, y me incomoda-. No tengo demasiados detalles. Todo lo que puedo decirle es que antes de marcharse, Leila y yo habíamos dejado nuestra relación. Habíamos comenzado a distanciar nuestros encuentros cuando ella manifestó su deseo de convertirse en mi pareja formal. En ese tiempo conoció al que sería su marido, y dejamos de vernos del todo. Se casaron en poco tiempo, creo.

- ¿No lo sabe con certeza?

- No. Pero Leila volvió a contactar conmigo pocas semanas después de haber dejado de vernos por completo. Me dijo que tenía una última oportunidad de desdecirme y elegir una vida con ella, puesto que iba a marcharse de la ciudad para casarse –todos los recuerdos borrosos se solapan en mi mente-. No sabría decirle exactamente cuándo fue.

- Bueno, nos da una idea bastante clara de lo que quería la señorita Williams, y era más usted que su futuro marido.

La puerta del baño se abre despacio y aparece Leila en el umbral, vestida con la ropa de Anastasia y las zapatillas blancas, el pelo recogido en la misma trenza que solía hacerse cuando venía a mi cuarto de juegos. Me estremezco. Está volviendo a insinuarse. Tardo unos segundos en darme cuenta de que son nuestros códigos, y que ni el doctor Flynn ni Candance pueden entenderlos. La conversación se interrumpe bruscamente y ambos se ponen en pie.

- Leila, ¿te acuerdas del doctor Grey? –le pregunto, levantándome también y acercándome a ella.

- ¿Doctor? ¿Por qué ha llamado a un doctor? –un velo de furia cubre por un momento sus ojos.

- Señorita Williams, es un placer volver a verla. Tiene muy buen aspecto –dice Flynn adelantándose hacia ella y ofreciéndole la mano.

- No necesito nada, gracias –responde Leila rechazando la mano que Flynn le ofrece-. Puede marcharse.

- Sólo quiero hablar contigo un momento, ¿te apetece sentarte?

- No. Amo, no quiero –levanta los ojos hacia mí, suplicante-. Yo estoy bien.

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