Capítulo 35.10

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Espero que lo haya entendido de verdad. No quiero ninguna distracción más. No puede salir sola. Y tampoco creo que sea buena idea que siga escribiéndome desde el ordenador, vistas las órdenes que he dado a mis empleados. Tal vez tengan contenido no apto y, no estoy seguro de que Anastasia comprenda de verdad la situación en la que se está metiendo conmigo.

- Y hay una cosa más, Anastasia –digo.

- A ver, dígame, señor mandón. ¿Qué quiere ahora? –contesta, tomándoselo a cachondeo. Pero no es ninguna broma.

- No quiero que me envíes ni un solo e mail desde el ordenador de tu oficina –respondo, manteniendo la seriedad-. Te mandaré los correos a tu BlackBerry, y quiero que me contestes desde ahí. Así el informático de Grey Enterprises no disfrutará de una mañana extrañamente amena.

- Como tú quieras, Christian. Tú mandas –contesta, poniéndome los ojos en blanco.

- Señorita Steele –le digo, sintiendo cómo mi hambre por ella se enciende otra vez-, se me va a calentar la mano si sigue volviendo los ojos hacia atrás.

- Me temo mucho, señor Grey, que su mano siempre está caliente.

No puedo evitar estallar en una carcajada. Habrá cosas que le cuesta entender de cómo funciona el mecanismo de Grey, pero otras las tiene meridianamente claras.

Mi BlackBerry vibra en el bolsillo. En la pantalla iluminada aparece el nombre de Elena. Mierda. ¿Qué querrá ahora? Hace apenas unas horas que se ha marchado de aquí creando una situación incómoda.

- Disculpa, Anastasia. Tengo que contestar esta llamada.

- Claro –responde.

Me aparto unos metros de la barra de la cocina para intentar que no escuche lo que Elena me tenga que decir, y evitar otro encontronazo en la medida de lo posible.

- Grey –digo.

- No te vas a creer lo que ha pasado, querido.

- Si no me das alguna pista más, difícilmente podré creérmelo. ¿De qué se trata?

- El anónimo… ¡Era Isaac! ¿Quién me lo iba a decir? Acabó confesando.

- Vaya vaya –tiene razón, efectivamente, me cuesta creerlo-. ¿Estás de broma?

- No, Christian, y no sabes cuánto me alegro. Ha sido un alivio saber que era él.

- Vaya… ¿Y cuándo te lo ha dicho?

- Anoche, cuando volví a casa, me estaba esperando en la puerta. Entramos en casa y… no te voy a dar los detalles del momento exacto ni de la situación. Pero tengo la sensación de que estaba buscándome las cosquillas, poniéndome a prueba. Tal vez le parecía demasiado blanda…

- No, no –respondo imaginándome a Elena sometiendo a un interrogatorio fusta en mano a su joven sumiso.

- En fin, nada más, no quiero molestarte tan temprano. Sólo quería disculparme por haberte avasallado con mis problemas… La verdad es que a pesar de ser una cantidad de dinero tan baja, me haba pre﷽﷽﷽﷽﷽ es que a pesar de ser una cantidad de dinero tan baja, me habmisolo que Elena me tenga que decir, y evitar otro enconía preocupado un poco.

- No hace ninguna falta que te disculpes, no te preocupes. Es más, me alegro mucho de saber que había una explicación lógica para todo esto.

- Bueno, lógica lógica… -me interrumpe-, yo no lo llamaría así. Pero me vengaré, que no te quepa la menor duda.

- Oh, por supuesto que no tengo ninguna duda. Casi siento lástima por él, pobrecillo. Isaac no sabe lo que le espera. Seguro que tienes en mente una venganza diabólica y creativa.

- Ya lo creo –Elena se ríe al otro lado de la línea-. En fin, ya te contaré cómo termina este episodio. Adiós querido, que tengas un buen día.

- Perfecto. Estoy deseando que me lo cuentes. Adios.

Anastasia está sentada en el taburete con los codos apoyados en el borde de la isla de la cocina, y me mira inquisitivamente.

- ¿Con quién estabas hablando? –me pregunta.

- ¿Estás segura de que quieres saberlo? –respondo yo, sabiendo que sabe que no tengo muchos amigos, por no decir ninguno, aparte de Elena, y el tono de la conversación no era para mantenerlo con cualquiera.

- No, en realidad no quiero saberlo.

Con un cierto aire de derrota agacha la cabeza y se mira las manos, que apoya sobre su regazo. Y no puedo resistirme más. Me acerco a ella y las tomo entre las mías, acercándomelas a la boca. Beso uno a uno sus dedos, sus nudillos, atrapo su meñique entre los labios y lo lamo profundamente, lo mordisqueo. Anastasia deja escapar un ligero suspiro.

- No tienes que agobiarte, Anastasia. Elena pertenece a mi pasado. Ya lo sabes. Mi pasado. Mi presente eres tú.

Y entonces me sorprendo dándole un beso en la palma de la mano con la que estaba jugando. Un beso cariñoso. Un beso que no le había dado antes a una mujer. Anastasia levanta sus ojos hacia los míos, casi tan sorprendida como yo. Me atrae hacia ella, me abraza entre sus piernas con los muslos, y busca mi boca para besarla. Podría volvérmela a follar aquí, ahora mismo. Pero la señora Jones puede entrar por aquí en cualquier momento, y prefiero ahorrarme el espectáculo. Además, tenemos que irnos a trabajar. Los dos.

- Vamos Ana, termina de arreglarte. Taylor y Sawyer ya deben estar abajo, esperándonos. No te olvides de lo que hemos hablado –digo, levantando con un dedo su barbilla hacia mí, para asegurarme de que ha entendido lo que hemos hablado antes: nada de paseos en solitario.

- ¿Ya? Yo pensaba que podríamos… -no termina la frase, pero se muerde sensualmente el labio.

- No vas a convencerme con tus malas artes, Anastasia –miento. Me tiene más que convencido, pero es hora de irse-. ¿Recuerdas lo que me has prometido?

- Que nada de salir sola de la oficina.

- Bien. ¿Y qué más?

- Que uno de tus hombres me acompañará a mi apartamento a recoger mis cosas después del trabajo, cuando Ethan me llame.

- Eso es, nena. Buena chica. Ahora vete –le digo, dándole una palmada en sus nalgas firmes.

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