Capítulo 33.12

Índice

- No pongas morritos, Christian…

- ¿Por qué no?

- Porque provoca en mí el mismo efecto que en ti que yo haga esto –dice, mordiéndose el labio inferior. Y sí, me pone jodidamente cachondo que haga eso, y me halaga que a ella le ocurra lo mismo conmigo.

- ¿Lo dices en serio? –pregunto, intentando volver a poner esos morritos que no sé cómo son.

De pronto se acerca a mí, rozando con sus labios los míos, y una especie de fuego arrasador se apodera de mí. La tomo entre mis brazos, estrechándola, sintiendo su cuerpo pegado al mío, y la beso intensa, profundamente. Su sabor es lo único que puede liberarme ahora de esta corriente electrizante que ha provocado con sus palabras. As que puede liberarme ahora de esta corriente electrizante que ha provocado con sus palabras. Ass pero su rostro esto sabe loí, el peso de nuestros cuerpos cae con fuerza sobre una de las paredes del ascensor, donde mi erección busca aliviarse en el contacto con ella. Anastasia responde a cada uno de mis movimientos como si ella misma fuera una parte más de mi anatomía, perfectamente sincronizados. Sus manos buscan mi cabello, sus dedos se abren y se cierran apretando mi boca contra la suya, haciendo más profundo su beso.

- Parece que hemos llegado –digo en un susurro cuando noto que el ascensor se detiene y las puertas se abren.

- Eso parece –responde, recomponiéndose.

- No sabes el efecto que causas en mí, Anastasia –le acaricio la línea de los labios, humedecidos por la saliva de nuestro beso.

- El mismo que tú tienes en mí, Christian –responde, sus ojos inundados de deseo.

- Vamos. Terminaremos esto más tarde –le propino una ligera palmada en el culo, invitándola a salir.

- Eso espero –murmura, saliendo, obediente.

Taylor está parado en el vestíbulo, esperándonos.

- Buenas noches, Taylor –saludo a mi chófer que, discreto, mira hacia otro lado.

- Señorita Steele, señor Grey –responde él con un ligero movimiento de la cabeza.

- ¡Taylor! Ayer fui la señora Taylor, ¿sabes? –dice de pronto Anastasia. ¿Qué coño hace? La miro sin poder contener mi ira pero ella no se da cuenta. Mira a Taylor, contenta de su broma.

- Eso también suena bien, señorita Steele –dice Taylor, azorado. ¿Azorado? Debería estar avergonzado. No debería entrar al trapo. No tendría siquiera que hablar con Anastasia y, mucho menos, permitirse estas cordialidades.

- Yo opino lo mismo –le dice Anastasia, sonriendo.

Así que le parece bien haber sido la señora Taylor, y a Jason no le ha importado entrar al trapo de la broma. Ana es mía y ni en broma puede jugar a las casitas con otro. Jamás. Lo de ayer fue fruto de la coyuntura, estábamos escondiéndonos de Leila y un nombre falso era lo más seguro. La próxima vez me encargaré de dar uno falso. Uno que no pertenezca a nadie. Uno que no me haga pensar en Anastasia siendo de otro hombre. Uno que no desate esta tormenta de celos dentro de mí. Agarro la mano de Anastasia con fuerza y tiro de ella. Ya está bien de estupideces.

- ¿Habéis terminado ya, vosotros dos? Porque si es así y no os importa, me gustaría tener un informe rápido de la situación.

Anastasia capta mi furia. Ahora sí. Ha hecho falta que despierte mi tono más amenazador para que se de cuenta de que hay ciertas cosas que no le están permitidas. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que me provoque estas reacciones, porque es ella la que luego no sabe lidiar con ellas.

- Lo siento mucho, Jason –le dice cómplice, y el chófer se encoge de hombros. Lo que faltaba.

- Ahora vuelvo, espérame aquí –le ordeno a Taylor mientras me llevo a Ana a mi habitación en medio de un silencio cortante.

- Anastasia, no coquetees con el personal.

Suelto su mano mientras lo digo, colocándome frente a ella, que se hace diminuta delante de mí.

- No estaba coqueteando Christian –se defiende, cruzando los brazos a la defensiva sobre el pecho-. Solamente estaba siendo amigable. Hay una diferencia entre las dos cosas.

- Es igual. No me gusta. No coquetees y tampoco seas amigable con el personal.

Señora Taylor, me dan náuseas sólo de pensarlo. Joder.

- Lo siento –dice Anastasia por fin con su vocecilla más victimista. Deja caer los brazos a lo largo del cuerpo y mantiene la cabeza gacha, la mirada fija en el suelo. Y de pronto me parece tan vulnerable, tan necesitada de mi protección que la rabia se desvanece.

- Ya sabes lo celoso que soy, Anastasia –le digo de pronto, justificándome por haberla hecho sentir incómoda. ¿Qué mierdas me pasa?

- Pero no tienes ningún motivo para estar celoso Christian, y ya lo sabes –replica, levantando sus ojos vidriosos hacia los míos-. Sabes que soy tuya, completamente tuya, y sólo tuya. En cuerpo y alma.

Eso está mejor. Y espero que la reprimenda le haya servido para aprender a mantener las distancias con quien tiene que mantenerlas.

- Vuelvo enseguida –le digo besándola rápidamente, y saliendo de la habitación.

Cierro la puerta tras de mí y me dirijo al vestíbulo, donde Taylor sigue esperándome hierático, impecable, con las manos detrás de la espalda. Inocente.

- Que sea la última vez que te tomas estas confianzas con la señorita Steele, Taylor.

- Por supuesto, señor Grey. Lo lamento mucho.

- ¿Alguna novedad? –pregunto haciéndole un gesto para que me acompañe a mi despacho.

- Ninguna desde la última vez que hemos hablado.

- ¿La hipótesis de la escalera de incendios sigue siendo la única posible? –pregunto.

- Por difícil que parezca de creer, así es. Mire –me dice, acercándose a la mesa y conectando en una de las pantallas las imágenes de las escaleras de emergencia, desde tres ángulos distintos-. Estas cámaras no estaban instaladas.

- ¿Había un punto ciego? -¿cómo puede ser posible que algo así se nos haya pasado?

- Me temo que sí. Pero ya está solucionado. Y hemos peinado tanto el edificio como el apartamento. Le aseguro que no está aquí.

- Más vale que así sea –respondo, pinchando una a una todas las cámaras que, espero, nos estén vigilando ahora-. ¿Qué hay del marido? ¿Le habéis alertado? No me gustaría que hablase con la policía y les contara en qué estado se encuentra Leila. No puede ser bueno para ella –de hecho, sería terrible.

- Sí, señor Grey –responde Taylor, apartándose de la mesa y de las imágenes de las cámaras de seguridad-. Nos ha dicho que la señorita Williams, en lo que a él respecta, está igual de muerta que su amate.

- ¿No hablará con la policía?

- No lo creo. Pero él tampoco piensa que se vaya a poner en contacto con él, así que en principio por ese lado no hay problema.

- ¿Y qué hay de su familia? Tenemos que cubrir todos los frentes.

- Están todos en Connectituc, y no saben nada de ella. Parecían tan sorprendidos de nuestra llamada que no hemos querido darles demasiados detalles. Sawyer ha hablado con ellos y parecían sinceros. Ellos tampoco tienen ni idea de dónde puede estar.

- Está bien. Gracias, Taylor –con un gesto de cabeza igual que el que ha usado cuando hemos salido del ascensor, se despide y sale. Justo entonces caigo en algo –Jason, ¿habéis cambiado de sitio las pertenencias de la señorita Steele?

- Por supuesto, están en el vestidor del dormitorio principal.

- Gracias.

Anterior Siguiente