No soporto ver a mi hermano en situación de conquista. Y menos saber que tanto él como su chica y Anastasia están pendientes de observar lo que yo hago, cómo me comporto, si soy simpático o formal, distendido o distante.

Nos estamos por ir. Elliot se gira y la abraza a Kate y le da un beso apasionado que dura una eternidad. Anastasia los mira. ¿Ella también querría eso? ¿Ella querría un hombre que le promete amor para después no cumplirlo? Lo siento, Anastasia, nunca tendrás estas demostraciones de “afecto” en público.

Cuando termina de besarla, le dice:

—Nos vemos luego, nena.

“Nena”… ¿Cómo puede ser tan cursi, tan vulgar, y a la vista de todos? No tengo ganas de ser espectador de sus escenas privadas. Por mí podrían ponerse a follar ahora mismo, pero, por favor, preferiría no verlo.

Miro a Anastasia que observa expectante. Tiene un mechón de pelo que ha salido de su coleta y lo deslizo, suavemente, hacia atrás de su oreja. Su rostro es cándido y dulce. Luego acaricio ese labio que me vuelve loco. Y siento que le encanta y la excita que lo haga. Elliot podría aprender mucho, aunque no lo crea.

—Nos vemos luego, nena —le susurro a Anastasia, burlándome de la situación. Ella se ríe. Ha entendido la ironía.

—Pasaré a buscarte a las ocho— le digo y me doy media vuelta en dirección a la salida. Siento si estaba esperando un beso cursi de telenovela.

Elliot me sigue. Tiene el último detalle de darse vuelta y seguir tirándole besos a Kate. Parece un adolescente.

Allí quedan las señoritas. Seguramente Kate volverá loca a Anastasia preguntándole todo. Ya verá la señorita Steele qué logra contarle a su amiga, si es que puede y le ha quedado claro algo de todo lo que sucedió.

Nos subimos al coche. Arranco y, de inmediato, pongo música.

—Oh, no, por favor, dejemos la música sacra para otro momento. ¿No tiene algo más “moderno”?— dice Elliot y suelta una carcajada.

Lo miro, sonrío y cambio a Kings of Leon, sin decir palabra.

—Buen muchacho— sigue bromeando Elliot.

Creo que tarda menos de quince segundos en volver a hablar.

—Y, entonces?… ¿te has echado un polvo?

—Elliot, sabes que tenemos “estilos” distintos. Preferiría no hablar de nuestros actos íntimos.

—Vamos, deja las formalidades conmigo por un rato. Relájate— dice y sigue riendo.

—Anastasia estaba casi en un coma etílico. No soy de la clase de hombres que se abusan de mujeres en estado de inconsciencia.

—¿Coma etílico? Eres increíble—no puede parar de reír—estaba un poco alcoholizada, el estado ideal para el primer polvo.

—¿Tú crees?—le pregunto solo para hacerlo hablar y que deje de hacerme preguntas.

—Bueno, creo que tampoco es necesario ser tan formal para echarse un polvo. A no ser que tengas en tus planes casarte con ella.

—No creo que tenga en mis planes casarme con nadie.

—Es una buena elección de vida—no para de reír.

Entonces se decide a empezar a contarme sobre su gran noche.

—Kate es fantástica, ¿sabes? Es sexy, atractiva, dulce, receptiva. Tuve una de las mejores noches de sexo de mi vida. Tal vez, hasta puede que empiece a tener algo
serio con ella.

—Creo que te he escuchado decir eso unas cuantas veces en mi vida.

Elliot es lo opuesto a lo que soy yo. Tiene facilidad para conectar con mujeres y tiende a enamorarse con rapidez. Lo cual supongo es un modo de no enamorarse también. Reconozco que es respetuoso con las mujeres. Se compromete con la situación. Solo que el enamoramiento suele durarle poco.

—Te digo que Kate tiene algo. Tuvimos muy buena conexión…bueno, ¿cómo decirlo en tus términos? … Digamos que tuvimos muy buena conexión sexual.

—Me alegro—digo, tal vez en tono demasiado neutro.

—No derroches demostraciones de sentimientos hermanito—responde irónicamente—Guárdalos para hoy a la noche.
Respondo con silencio.

¿Qué pasará hoy a la noche? ¿Aceptará Anastasia mi forma de ser? No me asusta, ni estoy nervioso. Es algo nuevo en mi mundo. En todos los anteriores casos sabía con quién estaba haciendo “negocios”. Las chicas eran sumisas y yo lo sabía. Esta es la primera vez que sucede algo así.

No voy a ponerme a pensarlo en forma de sentimientos. Creo que fue una atracción genuina. Hay algo en su forma de ser y de comportarse…

Lo sé, en general, podría llevarme a la cama a la mujer que quisiera. No es difícil para mí. Pero no lo hago, sencillamente, porque no me interesa. No lo disfruto, no me excita. Lo del ascensor…fue una maldita excepción. No quiero que las cosas se vayan de mi control.

La llevaré a casa y le mostraré el cuarto del placer y le daré el contrato. Si quiere, podrá irse cuando lo desee. Está todo en orden.

Miro de reojo a Elliot y me pregunto qué pensaría si se enterara de todo esto. ¿Creería que soy un enfermo? Puede que sí. Y de hecho, tal vez lo soy.
Él cree que soy tan formal…y es verdad que lo soy. Me gusta guardar las formas. Y las distancias.

Estamos llegando. Entonces, de repente, interrumpe su silencio y hace su último intento:

—Entonces…anoche, ¿no ha pasado nada?

—Ya te he dicho que no abuso de mujeres en estado de ebriedad.

—Procura que no tome demasiado alcohol hoy, ¿de acuerdo?

—Seguiré tu consejo de hermano mayor—me burlo de él.

Somos diferentes pero lo quiero y lo admiro mucho. Y me gusta trabajar con él. Es una persona confiable.

—Escucha, podríamos hacer una excursión y hacer un poco de ejercicio para divertirnos, ¿te apetece?

—Suena bien. Vayamos a cambiarnos y en media hora nos vemos en el bar del hotel para salir.

—Me has alegrado la tarde.

—Pero nada de hablar ni de Anastasia ni de su amiga, ¿de acuerdo?

—¿De quiénes?

Así me gusta, Elliot, así me gusta.

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