Hace tiempo que no hablamos de nuestro sexo, ¿no, chicas? De cómo despertamos nuestras pasiones, de cómo decidimos qué queremos hacer, cómo y cuándo. Y, ¿qué mejor excusa para hacerlo que presentaros un libro sobre la sexualidad femenina?
¿Habéis pensado alguna vez en qué habría pasado si todas las mujeres hubiéramos descubierto qué queríamos, sexualmente hablando? ¿Si estuviéramos liberadas, si nos sintiéramos seguras de nosotras mismas, hasta el punto de saber qué queremos, de pedirlo, de enfrentarnos al miedo que nos puede llegar a producir?
Es más o menos lo que hizo Anastasia Steele: llegó, como todas, virgen en todos los sentidos al intrigante y desconocido mundo de sexo. No sabía qué era, no podía imaginarse qué le esperaba más allá de lo que había visto en las películas, de lo que había leído en los libros (y teniendo en cuenta que lo que leía era Tess la de los d’Uberville tampoco debía ser mucho). Y de pronto se encontró con Christian Grey, su príncipe azul. El hombre con el que siempre había soñado, el potencial padre de sus hijos, el potencial protector que toda mujer quiere tener a su lado. Y que resulta, por si fuera poco, el potencial proveedor de placer en la cama. Bueno, no potencial. Real. Actual.
Y no sólo eso. Christian Grey la inició en el sexo dándole algo que no era realmente lo que tenía en mente: el sexo vainilla. ¿Cómo lo llamáis vosotras? Yo, sinceramente, sexo. A secas. Y a Anastasia ése era el tipo de sexo que le podía encajar en el estereotipo de relación idílica que “el decoro” podría haber vendido. Sin artilugios, sin artificios, sin juguetes.
Pero entonces Christian dejó ver sus cartas. Sus pasiones más ocultas, su cuarto rojo del placer, o del dolor, o del juego. Esa habitación con olor a limón desinfectante y a madera. Y Anastasia quiso probar. Y… pareció no gustarle. No llevado el juego al extremo con el que Christian, habituado a relaciones carentes de amor, se sentía cómodo.
Supongo que el interior de Anastasia resonaron las palabras del profesor de la Gestalt:
“Yo soy yo. Tú eres tú. Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas. Tú no estás este mundo para cumplir las mías. Tú eres tú, yo soy yo. Si en algún momento, en algún punto nos encontramos, será maravilloso. Si no, no puede remediarse.”
Y esto lo encontré el otro día, leyendo un ensayo sobre la mujer y su sexualidad de Mireia Darder llamado Nacidas para el placer. Anastasia acabó encontrándose con Christian cuando consiguió no juzgarse, no juzgarle a él. Cuando se liberó y se dejó llevar. Y qué bien. Como dice su autora:
“No estoy a favor de que ocupemos solo el rol que se nos ha asignado –indica la autora-, el libro está concebido con la idea de que la mujer mejore su nivel de satisfacción con la vida y con su sexualidad, de contribuir a que la mujer pueda disfrutar más de su cuerpo y que esto le permita estar más sana y mostrarse tal cual es”.
Hace unos días una lectora nos contaba su historia, muy parecida a la de Anastasia. ¿Y vosotras? ¿Os habéis liberado? ¿Os permitís disfrutar, aunque vuestra forma de disfrutar del placer físico se salga de las normas?
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