Capítulo 26.10

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Me sacudo, inquieto, en el sueño. Quiero despertar, y no puedo.

Sus piernas parecen enormes desde aquí abajo, eternas, infinitas. Sus pies están calzados con unos altísimos zapatos de tacón, también. Lleva el pelo suelto y los ojos pintados de negro, felinos. Parece una gata.

Ana –intento decir, pero no sé hablar.

Busco el cuaderno que usaba para hablar con Grace cuando llegué a su casa. Grace está ahí, también, sentada con las piernas cruzadas en el suelo. Me acerco para pedirle el cuaderno, el bolígrafo. Cuando llego a su altura, a gatas, con un gesto me dice que no haga ruido. Shhh, dice. Y con la cabeza señala su regazo. Y en él, apoyada, está mi madre, inerte, como pacíficamente dormida. Entre sus manos yertas, mi cuaderno. Lo cojo y vuelvo hacia donde está Anastasia, que sigue en el sofá, sigue mirándome desafiante. Tiene el cinturón en la mano. Y entonces me doy cuenta de que no sé cómo dibujar un lo siento. Angustiado, la miro.

¿Es que no sabes escribir? – me dice.

Intento escribir, una ele, una o… pero nada sale de mi puño, y la hoja blanca se ríe de mí. Entonces Anastasia se levanta y dice:

Lo sabía. Sabía que no podía confiar en ti.

Cuando se levanta del sofá va vestida con sus vaqueros y su camiseta, con sus botas amplias y cómodas, el pelo recogido en una cola de caballo.

¡A comer! –dice.

Mi madre y Grace se levantan del suelo, y se sientan a una mesa en la que Anastasia sirve de una cacerola humeante un potaje de guisantes. Desde el suelo, desde la infinita distancia que me separa de las tres mujeres, miro suplicante a Anastasia. Yo también quiero, dicen mis ojos. Las tres me miran y, negando con la cabeza, dicen al unísono:

No queda para ti.

El teléfono está sonando en la otra punta de la casa. Sobresaltado, me seco con el dorso de la mano el sudor que me cubre la frente. Joder, qué pesadilla… El timbre del teléfono de pronto deja de sonar y a lo lejos escucho la voz de la señora Jones:

Residencia del señor Grey … No, el señor Grey está ocupado en este momento. … Sí, Welch, descuida, yo se lo diré. … Gracias. … Hasta pronto.

¿Gail sabe que estoy en casa? Mierda. ¿Me habrá visto, durmiendo en esta habitación, abrazado a la caja de la maqueta de un planeador? La vergüenza me recorre, e intento salir de la situación todo lo airoso que puedo. Con la maqueta bajo el brazo, y la nota aún en mi mano, desde la noche anterior, me escabullo de la habitación de las sumisas (duele llamarla así, ahora que es de Anastasia) y vuelvo a la mía. Me aseo y salgo a la cocina.

Buenos días, señora Jones –saludo, intentando parecer natural.
Buenos días, señor Grey –responde.- Esto… señor Grey, si puedo hacer algo por usted… ya sabe que no tiene más que pedírmelo.
Gracias, Gail –respondo.- Un poco de café estaría bien. ¿Ha llamado alguien?

Se gira en dirección a la cafetera y me sirve una taza bien llena, sin azúcar. Sabe que tomo el café amargo.

Sí, hace un momento, ha llamado Welch. Dice que lleva intentando localizarle en su móvil desde ayer pero está apagado. Ha probado en la oficina pero Andrea tampoco había podido localizarle así que, al final, ha llamado aquí.
¿Qué quería? –digo, tomando un primer sorbo de café, que me devuelve un poco la vida.
Es Leila, señor Grey. La han encontrado. Por fin.

En su voz suena el mismo alivio que estoy sintiendo yo.

¿Dónde? ¿Cómo ha sido?
No sé los detalles señor Grey, pero Jason me contó anoche que la había encontrado. Y Welch simplemente me ha dicho que ya han dado con ella y que por favor le llame lo antes posible.
¿Y por qué cojones no me avisó ayer? –digo, enfurecido.
Lo intentamos, señor Grey, pero nos había dicho que no le molestáramos en casa en todo el fin de semana y su teléfono móvil estaba desconectado.
Joder, Gail –digo, levantándome de la banqueta y dirigiéndome a mi despacho. ¿Es que no podían haber venido a avisarme? ¿Nadie calculó que esto era de vital importancia? Ana estuvo ayer sola, todo el día, podría haber corrido peligro.

Mi Blackberry yace muerta sobre la mesa, sin batería desde no sé cuándo. Conecto el cargador y espero a que recupere la conexión. La luz que indica que hay notificaciones pendientes parpadea histéricamente, y suenan, uno tras otro, los mensajes nuevos. Hago un barrido para comprobar que no hay ninguno de Anastasia, esperando que sí lo haya, pero no lo hay. Nada. Marco el número de Welch.

Welch.
¿Dónde está? –pregunto, directmente.
Señor Grey, buenos días. Está en la consulta del doctor Flynn. No se preocupe.

Por fin, una buena noticia, una preocupación menos.

¿Cómo habéis dado con ella?
No ha sido difícil, después de que cantara la enfermera del hospital. Ha estado montando guardia delante del edificio de Anastasia, lo que no sabemos todavía es cómo dio con su dirección. Creemos que pudo seguir a Taylor ayer por la mañana, cuando la llevó allí por última vez.
¿Quién la ha encontrado?
Fue Taylor, señor. Le pareció notar algo raro allí, cuando la dejó por la mañana, así que volvió a pasar unas horas más tarde. Leila estaba sentada dentro de un coche, en la acera opuesta.
¿Se resistió? –de repente me parece todo demasiado simple.
No, señor Grey. En absoluto. Taylor trató de llamarle pero…
Sí, ya sé, ya sé –respondo.
Fue directamente a la consulta del doctor Flynn.
Gracias, Welch. De momento me ocuparé yo de esto. Ya te daré más instrucciones.
De acuerdo. Adiós, señor Grey.

Gail aparece en el quicio de la puerta.
¿Todo en orden, señor Grey?
Sí, gracias –respondo, tratando de recordar si ella también estaba en mi sueño perturbador.

Menos mal que voy a ir a ver al doctor Flynn, me vendrá bien una sesión, después de todo lo que ha ocurrido este fin de semana, y después del sueño terrible de las tres mujeres que he querido en mi vida, comiendo en una mesa, sin mí.

De: Christian Grey
Fecha: 6 de junio de 2011 08:22 h
Para: Andrea Morgan
Asunto: agenda semana

Buenos días Andrea,

Ha surgido un imprevisto y, de momento, no voy a pasar por la oficina esta mañana. Por favor, reubica mis citas de antes de las tres y, si surge algo que no pueda esperar, hazte cargo. Hoy no estoy para nadie.

Y llama al doctor Flynn, dile que voy para allá. Que me espere en quince minutos.

Chrstian Grey, presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.


La asistente del doctor Flynn me recibe.

Buenos días, señor Grey. Por favor, pase por aquí. El doctor vendrá en seguida.
Gracias.

Miro a mi alrededor, sentado en la sala de espera de la consulta. Pocas veces he tenido que esperar allí. Diplomas, certificados, premios, ramos de flores en grandes jarrones de porcelana blanca y azul en las esquinas… Y una puerta que no había visto nunca antes.

¡Leila!


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