El ascensor sigue subiendo mientras algo ocurre y yo no sé qué es. Impotente, rodeo a Anastasia con mis brazos tratando de evitar que sepa que algo pasa. Tal vez el hecho de que esté medio dormida ayude… Eso espero. Por fin, cuando el ascensor se detiene en el ático y se abren las puertas, Sawyer acaba de hablar.
- Comprendido, T.
Sawyer sale por delante de nosotros al vestíbulo de mi apartamento y se gira, abriendo los brazos en señal de parada, impidiéndonos avanzar. ¿Qué coño es esto? ¿Qué está pasando?
- Señor Grey, era Taylor. Cuando han aparcado su coche en el garaje, al lado del de la señorita Steele, han visto que alguien le había rajado todas las ruedas, y lo habían manchado de pintura.
Anastasia se tensa y se pega más a mí, despierta ya del todo. Yo, yo quiero hablar, pero no me salen las palabras. ¿Y los dispositivos de seguridad? ¿Y las cámaras? ¿Cómo es que nadie ha visto nada?
- A Jason le preocupa que quien sea que lo haya podido hacer esté aún en el edificio. Incluso que haya entrado en el apartamento y… -duda antes de decirlo, mirando a su alrededor) – que esté aún aquí. Va a asegurarse de que no hay peligro.
- Ya entiendo. ¿Y qué va a hacer? –por fin logro que me salga la voz, lo más firme posible. No quiero que Ana se asuste.
- Tanto él como Reynolds y Ryan están subiendo en este momento por el ascensor de servicio. Otro hombre está peinando el garaje. Lo revisarán todo, habitación por habitación, rincón por rincón, y cuando estén seguros de que no ocurre nada, nos darán luz verde para entrar.
- Gracias, Sawyer –digo, sinceramente.
- De nada, señor Grey. Yo me quedaré aquí con ustedes hasta que puedan entrar, y en contacto permanente con Taylor.
- Este día no hace nada más que mejorar –digo, girándome hacia Anastasia y besándole paternalmente la frente-. Quédate aquí, voy a echar una ojeada.
- ¿Qué? –grita Anastasia, alarmada.
- Sawyer se quedará contigo Ana, no te preocupes. No soporto estar aquí sin hacer nada, además, estoy seguro de que Taylor exagera. Es demasiado perfeccionista.
- Pero… -insiste Anastasia.
- Ssawyer, te dejo al cuidado de la señorita Steele, quédate con ella. No dejes que entre hasta que estemos seguros de que estamos a salvo. Además, es absurdo, ella –Leila, maldita Leila, no me atrevo a pronunciar su nombre en voz alta- no ha podido entrar en el apartamento. Es imposible.
- Christian, por favor, quédate aquí conmigo. No te vayas –me pide Anastasia, suplicante, agarrándome de la mano como una niña indefensa.
- Anastasia, en este momento tienes que hacer lo que te decimos. Por favor. Obedece. Sawyer, por favor, ábreme. Voy a entrar.
Sawyer me abre la puerta del apartamento.
- Llevas tu arma, supongo –le pregunto ante la mirada horrorizada de Anastasia.
- Por supuesto, señor.
Las luces están apagadas, el apartamento en silencio y en calma total. Las alfombras mullidas que se tragan mis pasos hacen aún más fuerte el silencio. Miro a mi alrededor, pero no hay nada. En el recibidor tampoco hay ningún sitio en el que hubiera podido esconderse nadie, por muy menudo que fuera. Al fondo de la cocina suena la puerta de servicio. Me acerco en silencio para advertir a Taylor que estoy aquí. Antes de que llegue a la cocina, me ve, y me hace un gesto. Manda conmigo a uno de sus hombres, y nos separamos. Ellos suben arriba, y nosotros nos quedamos abajo.
En silencio, peinamos la casa. Comprobamos cada cámara por la que pasamos, que todas tengan el piloto encendido, el tally que indica que están grabando, y así es. No hay nada raro, ni una sola que no funcione. Taylor y Ryan, o Reynolds, el que fuera con él, se reúnen con nosotros.
- Todo despejado arriba, señor.
- Abajo también.
- ¿Armarios, cuartos de baño, despensas? -pregunta Taylor, que parece no confiar en mí.
- Todo Taylor, no soy nuevo.
- Disculpe señor Grey, no quería ofenderle. Pero si no le importa, me gustaría comprobarlo por mí mismo.
- Como quieras. Pero tranquilo. Lo importante es que está todo bien. De todas formas, revisad el contenido de todas las cintas durante la noche. Y sobre todo la del garaje. ¿Cómo ha podido alguien entrar? –pregunto, recordando que acaban de decirme que el portero es uno de nuestros hombres.
- O el portero ha tenido que hacer sus necesidades y han aprovechado ese momento, o me atrevería a afirmar que quien sea que lo haya hecho, ha entrado dentro de otro vehículo y ha conseguido encontrar un punto ciego.
- Averiguadlo –ordeno.
- Sí, señor Grey.
- Avisa a Sawyer de que está todo despejado. Ya voy yo a abrir la puerta. Vosotros comprobar qué demonios ha fallado. No quiero ningún error más.
- Sí, señor –Taylor se lleva la mano al walkie- all clear, Sawyer. El señor Grey se dirige a la puerta para que pase la señorita Steele.
Taylor y los muchachos desparecen en dirección a la cocina para volver a salir por el ascensor de servicio. Yo desando mis pasos hasta la puerta principal, y la abro. Anastasia está inmóvil al lado de Sawyer, que no ha debido de apartar la mano de su pistola en los minutos que ha durado nuestro registro.
- Todo despejado. Vía libre. Taylor ha exagerado, te dije que no había de qué preocuparse –le ofrezco mi mano para entrar, pero Anastasia no se mueve, aterrorizada, petrificada-. Vamos nena, no pasa nada –insito, abrazándola-. Venga, estás muy cansada, vámonos a dormir.
- Oh Christian, ¿por qué no me has dejado ir contigo? Estaba muy preocupada –dice, al fin.
- Lo sé, yo también lo estaba –respondo, entrando con ella en casa-. Todos estamos nerviosos.
- Señor Grey, sinceramente, sus ex están de lo más problemáticas últimamente.
- Pues sí, la verdad es que sí.
Llegamos al salón, y sólo entonces la mano de Anastasia, que se aferraba fuertemente a la mía, se suelta.
- Pero no hay de qué preocuparse. Lo hemos revisado todo y, además, Taylor y su equipo están dando una segunda batida a los armarios.
- Pero, ¿por qué debería ella estar aquí? –pregunta, el miedo asomándose a su tono. No tiene ningún sentido.
- Lo sé –respondo.
- ¿Habría podido entrar? ¿Aquí, en el apartamento?
- No sé cómo habría podido hacerlo. Lo que ocurre es que Taylor es excesivamente prudente, ya te lo he dicho antes.
- ¿Incluso el cuarto de juegos? –me pregunta. Sorprendido, respondo.
- Sí, lo hemos revisado, a pesar de que está cerrado con llave.
Aparta la vista. Claramente sigue siendo un tema tabú. El cuarto de juegos. Tal vez nos vendría bien una copa para relajarnos un poco.
- ¿Te apetece tomar una copa? –le ofrezco.
- No, estoy exhausta. Si no te importa, sólo quiero acostarme.
- Claro que no me importa, nena –digo, acercándome de nuevo a ella, y arrastrándola en un abrazo hacia mi dormitorio-. Pareces agotada, déjame que te lleve a la cama.
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1 Comentarios
Buen relato