Al salir a la calle Anastasia echa un vistazo al aparcamiento del edificio. Allí está el Audi. Frena en seco y me mira.
- ¿Has cogido las llaves, o vas a castigarme llevándome andando a desayunar? –le pregunto, burlón.
- Creo que no le vendrá mal un paseo matutino señor Grey, no me malinterprete, por favor –contesta ella reanudando la marcha.
- Ya aclaramos hace un rato que hago ejercicio todos los días y, además, anoche tuve ración extra –respondo guiñándole un ojo.
- Paso ligero, Grey.
- Está bien. Conozco un sitio por aquí cerca. Ven, es por aquí.
- ¿Conoces un sitio por aquí? –me pregunta ella, sorprendida.
- Conozco muchos sitios en muchos lugares Anastasia.
El Hender’s Inn está solo a dos manzanas de su casa, y le gustará. A pesar del origen irlandés de la taberna sirven el mejor café colombiano de la ciudad. Aunque ella prefiera un té.
- ¿Crees que Claude aprobaría todas estas calorías? –dice en tono jocoso cuando el camarero deja los pankekes con mermelada en la mesa.
- Claude no se mete en esas cosas. Para eso tengo un nutricionista Anastasia. Esta misma semana te concertaré una cita con él. También te gustará.
- ¿Nutricionista? –dice ella poniendo los ojos en blanco- ¿También vas a elegir mi pedicura, Christian?
- ¿Has puesto los ojos en blanco Ana? Cuidado, estamos en un sitio público –miro a mi alrededor y somos los únicos clientes, a excepción de un hombre solitario que lee el periódico en la barra-, aunque creo que podría hacerte algo ahora mismo por debajo de la mesa sin que nadie se enterara.
Mientras lo digo, deslizo una mano por debajo de la mesa, y le acaricio un muslo, dibujando una línea desde la rodilla. Al llegar al tiro de los pantalones, Anastasia agarra mi mano.
- Basta, no necesito una lección de sexo discreto en este momento. Por lo menos no antes de desayunar.
Ataca con gusto sus tortitas, se relame, y me mira satisfecha. Su móvil suena y mira discretamente la pantalla.
- Disculpa un momento, es Kate –dice, limpiándose los labios con la servilleta y levantándose de la mesa para contestar.
Aprovecho que se ha ido para controlar mi Blackberry esperando encontrar alguna señal de que han encontrado a Leila, a pesar de que sé que, si así hubiera sido, Welch me habría llamado inmediatamente. No sé por qué escondo la extraña sensación de que Leila no intentaría ponerse en contacto directamente conmigo, pero nunca se sabe. Y menos en el estado en el que se encuentra.
Miro el reloj y calculo que nos dará tiempo a pasarnos por el salón de belleza de Elena, Franco podría cortarle el pelo a Anastasia esta misma mañana. Sé que le preocupa no estar a la altura en la fiesta de esta noche.
* Estoy cerca de la Esclava de la cuarta. Voy en media hora para allá con Anastasia. Necesita un corte de pelo. Por favor, si estás, sé discreta.
* Me ofende que dudes de mi discreción. ¿Sólo un corte de pelo? Aquí estoy. Te espero. XXX Elena.
* Sólo un corte de pelo.
Como Anastasia no vuelve, lleno el tiempo enviando un mensaje tranquilizador a mi padre, que parece que necesita que esté allí esta noche, dada su insistencia.
* Tranquilo papá, allí estaré. Por cierto, que me apunten un más uno en la lista. Y dile a mamá que no haga preguntas.
Ana vuelve a entrar y se sienta disculpándose por la interrupción.
- No era nada urgente.
- ¿Le has contado lo de nuestro picnic en la alfombra? –le pregunto, recordando el mullido tapiz persa de los padres de su compañera de piso.
- ¡No! –responde- Y espero que tú tampoco lo hagas.
- No lo haré, sé guardar un secreto.
Una sombra cruza los ojos de Anastasia. Sé lo que piensa. Que con la vida que llevo, más me valdría saber mantener un secreto. Con la vida que he llevado, me gustaría contestarle, pero prefiero dejarlo en una conversación entre mentes y cambiar de tema.
Cuando el camarero nos deja un pequeño plato con la cuenta sobre la mesa, Anastasia se abalanza sobre él.
- Quieto, pago yo –dice, autosuficiente, adelantándose a mi gesto para cogerla-. Hay que ser mucho más rápido, Grey.
- Tienes razón –respondo, tomando nota mental de que la próxima vez, la cuenta la pido yo, la recojo yo, la pago yo.
- Oh vamos Christian, no pongas esa cara. Creo que tengo veinticuatro mil dólares más que ayer en mi cuenta del banco, me puedo permitir un desayuno de menos de veintitrés.
- Muchas gracias, Ana.
- Bueno, y ahora, ¿qué hacemos? –me pregunta recuperando la docilidad.
- ¿De verdad quieres ir a cortarle el pelo? –pregunto.
- Oh, sí… Mira qué greñas tengo –dice, sujetando entre dos dedos las puntas de su melena morena.
- Pues yo te veo guapísima, como siempre.
Azorada con mi cumplido, recoge las manos sobre su regazo.
- Esta noche es la gala benéfica de tu padre Christian, quiero estar bien.
- Sí, y recuerda que es de etiqueta –puntualizo.
- ¿Dónde va a ser?
- En casa de mis padres. Colocan una carpa en el jardín, montan un pequeño escenario, casi una tarima, más bien. Barras desmontables, flores, velas, focos… Ya sabes, toda la parafernalia que hace que las cosas benéficas queden bien en la prensa.
- ¿Para qué fundación son los fondos que se recaudan?
Dudo un momento cómo enfrentarme a esa pregunta. Afrontarlo juntos… Grace empezó a colaborar con la fundación poco después de adoptarme. De repente las drogas pasaron a formar parte de la familia Grey cuando yo entré en ella. Padres drogadictos, hijos drogadictos, drogadictos de la calle, recogida de jeringuillas… Podría decirse que Grace ayudó a fundar todas las organizaciones de rescate de la droga de Seattle, supongo que intentando evitar que hubiera más casos como el mío.
- Es una fundación llamada Afrontarlo Juntos. Una organización de apoyo a los padres con hijos jóvenes drogadictos para rehabilitarlos –digo con tono grave.
- Me parece una buena causa –responde ella.
Lo es, pero no quiero seguir con el tema.
- Sí. Venga, vámonos -tomo su mano entre la mía, y salimos del local en silencio.
Caminamos un par de calles sin cruzar palabra en dirección al salón de belleza. Anastasia respeta mi silencio, pero por la forma en la que responde a la fuerza con que le agarro la mano, sé que me está entendiendo. Otra de mis sombras, otra de las partes oscuras de Christian Grey. Ella mira los escaparates haciendo un reconocimiento de su nuevo barrio. Es reconfortante sentir su mano que responde a la mía, saber que ella está ahí, como un paracaídas, evitando mi caída libre. No te aficiones al barrio, pronto te vendrás conmigo. Te necesito para vivir, y tú me necesitas a mí.
- ¿Dónde vamos Christian?
- Es una sorpresa.
Tuerce el gesto, pero no dice nada. Seguimos andando en silencio, hasta que llegamos frente al lujoso escaparate de La Esclava. Elena no ha mentido, su coche está aparcado en la puerta.
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2 Comentarios
Excelente narración. Como siempre cubriendo lagunas. Qué más puedo decir brevemente. Me ha encantado. Gracias
muy bien, me encanta como nos vas llevando al mundo tan enigmatico de Grey….