La luz del atardecer a veces en engañosa. Cuando el sol ya ha caído y las luces del interior de las casas y los locales empiezan a encenderse, y las farolas. Los semáforos brillan más, y las formas se desdibujan. Los reflejos en los escaparates se llenan de formas que podrían ser y no son. Podrían engañarme hasta cierto punto, pero no del todo. No. Anastasia no está. Eso es evidente. Pero él… ese tipo… tiene un cierto deje de la cabeza, un ladearla, cayendo hacia la izquierda, en una suerte de asentimiento mientras habla con los demás, que me resulta vagamente familiar.
Probablemente es un sin personalidad más, y lo habrá copiado de cualquier pazguato de la televisión, de cualquier personaje del cine igual de mediocre que él, con las mismas pretensiones. Y no sé si con el mismo éxito. Las tres mujeres que están con él le ríen las gracias, parecen no participar en la conversación. Los dos hombres están un poco retirados, más o menos un paso para atrás.
Taylor escruta mi rostro a través del retrovisor, sin decir nada.
- ¿Te suena de algo ese tipo, Taylor? –pregunto, haciendo un ademán con la cabeza que señala el interior del bar.
- ¿Quién, señor Grey?
- El tipo moreno que está apoyado en la barra, con las tres mujeres. El que está levantando la copa con la mano ahora mismo.
- Mmm… -Taylor se toma su tiempo para pensar, antes de responderme – ¿no es el mismo que salió a abrirle la puerta a la señorita Steele ayer, cuando la recogimos en su oficina?
- Sí, el mismo. –Respondo.- Ayer no me fijé, pero hay algo en él que me resulta familiar. Y yo no veo demasiado la televisión, así que no sabría decir de qué.
- Siento no poder ayudarle, señor Grey –dice Taylor, negando con la cabeza.
- Es igual, no te preocupes. Será un don nadie, nada más.
Seguimos en silencio, él delante, yo detrás, los ojos de los dos ahora fijos en el interior del bar, con la mosca detrás de la oreja. Entonces detrás de una esquina aparece Anastasia, cruzando la calle apurada.
- ¿Ésa no es…? –empieza Taylor.
- Sí –respondo yo.
Anastasia cruza sin apenas mirar a los lados para ver si viene algún coche. Resoplo, cabreado. No tiene remedio. Como el día de la bicicleta, cuando nos conocimos y aquel tipo estuvo a punto de arrollarla. Cualquier día le dan otro susto. Por supuesto, no repara en el coche, ni en nosotros. Busca con los ojos el letrero del bar, como si no lo conociera de antes, y abre la pesada puerta de cristal.
Desde dentro, una de las mujeres llama su atención con un gesto de la mano, y ella responde, acercándose. Su jefe, al que le ha aparecido una botella de cerveza en la mano como por arte de magia, se la pasa con una sonrisa estúpida de lado a lado.
Miro a Taylor a través del espejo retrovisor, y él también está atento a la escena.
- Es su jefe –digo.- ¿Lo puedes creer?
- A duras penas, señor Grey.
El tono de Taylor deja un pequeño hueco para la ironía, así que decido ignorarlo y seguir atento a lo que sucede dentro del Fifty’s, mientras la noche va cayendo sobre Seattle y la calle se va llenando de jóvenes que salen a disfrutar el viernes por la noche, hombres trajeados que atraviesan las aceras con sus maletines, mujeres que corren con niños de la mano. El mundo puede seguir si quiere, pero no voy a apartar mis ojos de Anastasia.
- Pídele a Welch un avance de las investigaciones de SIP. Quiero saberlo todo de ese personaje –le pido a Taylor.
- Por supuesto, señor –responde, sacando del bolsillo de la chaqueta su teléfono móvil y tecleando.
Anastasia está charlando con una de las tres mujeres que antes le reían las gracias al jefe, que ahora parece concentrado en una de ellas nada más. La otra se la reparten entre los dos tipos con traje que estaban en segundo plano antes de que llegara Ana, y los grupos se dividieran.
Anastasia mira el reloj de vez en cuando, da sorbos a la botella de Bud que tiene entre las manos. Parece un poco… tímida, tal vez. Un poco fuera de lugar. No es ni de lejos tan expansiva como parecen las otras tres. Pero mientras siga hablando con esa mujer, no pasa nada. Así puedo darle un poco del aire que quiere, que dice que necesita.
Pero entonces algo pasa en el interior del bar y hay un movimiento que me pone alerta. Anastasia hace ademán de beber y mira el fondo de su botella, vacío. Entonces la mujer que estaba hablando con el jefe hace un gesto al camarero, que se vuelve y deposita en la barra delante de ella otra botella de Bud. Ella la coge y se la pasa a Anastasia, que ve interrumpida momentáneamente su conversación con la otra chica para agradecerle el gesto. Se ponen a hablar entre ellas, y el jefe aprovecha la ocasión para acercarse a Anastasia. Acercarse mucho. Acercarse demasiado.
- Volvemos en unos minutos, Taylor. Espéranos aquí –digo saliendo del coche y cerrando la puerta detrás de mí, sin esperar a que mi chófer responda.
Atravieso la calle con paso firme, decidido, y sin dejar de escrutar la figura del jefe de Anastasia, que continúa colocándose cada vez más cerca de ella. La puerta se encuentra a sus espaldas, al menos a las de ella, de modo que no me ve llegar. Y él no repara en mi presencia. Ana retrocede a medida que él avanza, y yo cruzo el local sin dejar de protegerla con la mirada. Él pregunta y, por el ritmo con el que se mueve ella, puedo adivinar que sus respuestas son secas, cortas. Probablemente esté incómoda. Y probablemente esto va a acabar ya.
Me coloco a su altura y la rodeo con el brazo, atrayéndola hacia mí, besando su pelo, los ojos fijos en los ojos de su jefe.
- Hola, nena. – Eso debería bastasr. Ella es mía.
De pronto todo en el bar se detiene. Los ojos del descarado se congelan, y se retira un par de pasos hacia atrás. El silencio invade los otros dos grupillos que hablaban animadamente justo antes de que yo irrumpiera allí. Anastasia se pega al hueco de mi brazo, agradeciendo el gesto de salvación, me sonríe, y procede a las presentaciones.
- Jack, éste es Christian. Christian, éste es Jack, mi jefe.
La voz de Anastasia suena menos firme de lo que me habría gustado. El ambiente se puede cortar, y tal vez tendría que haberlo cortado ella antes de que él tuviera que sentirse amenazado por mí. Por su novio. Pero ya estoy aquí.
- Soy su novio –aclaro, por si le quedaba alguna duda, mientras le ofrezco la mano con desgana para estrechar la suya.
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4 Comentarios
La obsesión por protegerla está perfectamente narrada. Ni un solo pero. Magnífico. Gracias
Me Encanto. Es exacto, bueno y atrayente. Muy acorde con el libro original! Gracias, seguimos a la espera de mas.
vay como siempre impecable la narraciòn. felicidades!!! por cierto me encanta cuando christian dice – soy su novio. suena tan dulce,aunque en este caso solo estè marcando su territorio. lo amo señor grey.
EXCELENTE, me encanta es muy apropiado para alguien tan posesivo….