Con sus manos alrededor de mi cabeza, agarrándome en pelo, asiéndose extasiada a mi cuello, apenas oigo nada más que mi propia respiración. Y sin embargo intuyo que habla.
- Oh, por favor, Christian…
- Dime, Anastasia, dime. ¿Por favor qué?
A duras penas le sale la voz, a duras penas me llega a mí, que no quiero apartar mi lengua de su sexo, que noto cada vez más cómo se acerca al clímax.
- Quiero que me hagas el amor.
- Eso es lo que estoy haciendo –respondo, jugando con la punta de uno de mis dedos en la entrada de su vagina a la vez que soplo su clítoris.
Anastasia se estremece al contacto del aire frío y los músculos de sus paredes vaginales se cierran violentamente sobre mi dedo, que ha empezado a entrar más y más en su cuerpo.
- No –dice-, te quiero dentro de mí, Christian.
- ¿Ahora? ¿Estás segura de que es eso lo que quieres? –pregunto, lamiento de abajo arriba su sexo, empezando en el perineo, apretando más mi dedo dentro de ella, y cubriendo por completo su clítoris con mi boca, aspirando.
- Por favor –musita en algo que más parecía un gemido que una petición.
Pero no quiero parar. Los músculos de su vagina se cierran rítmicamente sobre mi dedo, que entra con total suavidad en su cuerpo. Lo saco un momento, y ella gime, oh, parece decir. Meto otro dedo más en mi boca, lo lamo para lubricarlo y, por un momento, puedo chupar a la vez su clítoris y mis dedos, que no pierden oportunidad de acariciarla. Cuando están bien mojados, los introduzco a la vez dentro de ella, palpando la parte anterior de su cuerpo desde entro, buscando su punto más sensible. Aprieta sus manos sobre mis sienes y, cuando noto que está a punto de llegar al orgasmo, me detengo. Y ella aprovecha mi pausa para insistir.
- Te lo pido por favor, Christian…
Me incorporo, sacando despacio mis dedos de su interior.
- ¿Y ahora? –le preguno, cuando llego a su altura.
- ¿Y ahora qué? –me responde con una sonrisa.
- Aún estoy vestido, Anastasia –digo, mirándome de arriba abajo, y comparando su casi completa desnudez conmigo.
Anastasia retiene el brillo en los ojos, y avanza hacia mi torso con las manos por delante, como para quitarme la camisa. Pero no es eso lo que tengo en mente. Y no sé si puedo soportar que me toque. Ahora, desde luego, no estoy por la labor de romper la tensión sexual que está a punto de estallar como un volcán en mi entrepierna.
- Ah, no, señorita –digo, y miro hacia abajo, forzándola a seguir mi mirada hasta el botón de mis pantalones.
Anastasia baja las manos en silencio. Trastea con la hebilla del cinturón hasta que lo abre y, cuando creo que es imposible que mi sexo abulte todavía más, lo hace. Con dificultad abre el botón de los pantalones, baja la cremallera de la bragueta. La mezcla de frío del aire con el temblor de sus manos y el calor de mi pene es maravillosa. Busco sus ojos pero ella está concentrada en quitarme la ropa. Tira de la cinturilla de los vaqueros, que resbalan por mis muslos. Después, tira de los calzoncillos que liberan por fin mi tremenda erección. Sólo entonces Anastasia busca mis ojos con los suyos, y en su mirada adivino el ansia que compartimos. Ha separado ligeramente las manos de mí, como si no se atreviera a seguir adelante.
Yo me siento un poco ridículo con los pantalones y los calzoncillos arrugados alrededor de los tobillos, y me los aparto con los pies, me quito los zapatos y los calcetines. Ahora, de cintura para abajo, estoy tan desnudo como ella, tan excitado como ella. Con los ojos, guío sus movimientos hasta mi pene. Ella lo coge en su mano tibia. Oh, su mano… qué placer sentirme rodeado de sus dedos finos, de su piel suave. Quiero que se lo meta en la boca, quiero que me coma… Recuerdo cómo le enseñé a hacerlo, cómo seguía mis consejos hábilmente, como lo está reproduciendo ahora. Por fin, se agacha frente a mí, sosteniéndome la mirada con lo ojos, el pene con las manos. Sé a dónde va, y quiero que vaya.
Sus ojos me sonríen a través de sus pestañas, y se humedece los labios a medida que se acerca a la cabeza de mi miembro, a punto de explotar. Casi a cámara lenta me parece ver cómo su boca se abre, deliciosa, para acogerme dentro. Por debajo veo el resto de su cuerpo, sus pechos redondos, perfectos, el sostén que no puede ocultar sus pezones tiesos, que quiero lamer, que quiero morder, que quiero pellizcar. Su sexo húmedo entre las piernas que se doblan para agacharse frente a mí, y entonces, sus labios me rodean.
- Oh, joder, Anastasia… Oh, despacio, despacio.
Agarro con firmeza su cabeza con ambas manos, guiando sus movimientos alrededor de mi pene, dentro y fuera, suavemente. Ella aprieta sus labios a mi alrededor y lame con la lengua rítmicamente. Con las manos me sujeta por la base, apretando ligeramente, de modo que el flujo sanguíneo es menor y mi erección aún más potente. Noto el calor de su boca, lo suave de su lengua, que da vueltas alrededor de la cabeza de mi polla, noto cómo llego hasta lo más profundo, hasta donde su garganta se abre hacia las profundidades, y entonces una oleada de placer me sacude. Y se la quiero meter antes de correrme. Quiero follármela. Quiero tumbarla desnuda en la cama, con las piernas abiertas, húmeda, qué húmeda, mojada, empapada como estaba hace sólo un momento, y quiero penetrarla hasta lo más hondo. Quiero agarrar sus pechos con las manos mientras empujo con las caderas.
- Para, Anastasia. Basta ya.
Pero Anastasia no para, se mete aún más mi miembro en la boca y presiona con los labios cubriéndole los dientes, de modo que siento su firmeza.
- Vamos, Anastasia, ya me has dejado claro qué es lo que quieres –otra sacudida de placer me recorre-. No quiero correrme en tu boca.
Y como no me hace caso, y vuelve una vez más a jugar a los círculos sobre mi glande, agarro sus hombros con mis manos y tiro de su cuerpo para levantarla. Me mira a los ojos, sonriendo, las mejillas llenas de rubor, por la excitación, y por el esfuerzo. El corazón me va a mil por hora. Con suavidad la empujo hacia la cama, desnuda, casi desnuda, con el sostén. Me quito la camisa. Ya estamos desnudos los dos. Y si no se hubiera olvidado de tomarse la píldora podría follármela así, ahora mismo, y correrme en lo más recóndito de sus entrañas. Pero no es así. Me agacho, rebusco en los bolsillos de mis vaqueros buscando un condón.
- Quítate el sujetador.
Anasasia obedece y con un movimiento diestro de una sola mano desengancha la trabilla de su sujetador, que cae al suelo.
- Túmbate, Anastasia. Quiero mirarte.
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4 Comentarios
WAU, esa pasión, la union de dos cuerpos, de dos corazones, de dos almas, no hay nada mas excitante que eso en el amor. Buen relato…
Y …. punto. Nada más que decir.
Cada cuanto publican? alguien me podria decir.. ya me lo lei todo
milagro que teddy no saliera de ese reencuentro aun me pregunto en que momento teddy llega a sus vidas jajajajaja