El encuentro de sexo sorpresivo en el escritorio ha sido maravilloso. Nuestros cuerpos, cada vez, se entienden mejor. Ahora la ayudo a incorporarse de la mesa.

No quiero que se vaya a Georgia. No es por el viaje en sí, sino porque no quiero que tenga que irse a pensar. Basta de reflexiones, deseo que confíe en mí y se entregue.

Sin embargo, repite que se irá. Parece convencida de su decisión. No me gusta que sostenga esa postura, pero no insistiré.

Se incorpora y mira hacia el costado.

—Siempre preparado —comenta en voz baja.

No sé a qué se refiere. La miro intentando entender qué es lo que quiere decir.

Ella levanta el envoltorio vacío del preservativo.

Bueno, por supuesto que siempre estoy listo para cosas como estas.

—Un hombre siempre puede tener esperanzas, Anastasia, incluso sueña, y a veces los sueños se hacen realidad—le digo un poco enigmático.

Me mira extrañada.

—Así que hacerlo en tu escritorio… ¿era un sueño? —me responde, no sé si intentando bromear.

Oh, señorita Steele, cómo puedes suponer que nunca lo he hecho en un escritorio. En algún punto, su ingenuidad me conmueve.

Le sonrío. Soy un caballero, no le diré la verdad. Ana podrá descubrirla en mi silencio.

Y lo hace. Me mira un poco enfadada y se mueve molesta.

—Más vale que vaya a darme una ducha—dice.

Se levanta dispuesta a salir del estudio.

Trato de organizar los siguientes pasos.

—Tengo un par de llamadas más que hacer. Desayunaré contigo cuando salgas de la ducha. Creo que la señora Jones te ha lavado la ropa de ayer. Está en el armario.

Me mira perpleja. De verdad que no logro adivinar por qué, pero se ruboriza. ¿Qué estará pasando por esa cabeza?

—Gracias —se limita a responder.

Me sorprende que me dé las gracias, pero, bueno…

—No se merecen —le digo sin pensarlo demasiado.

Su expresión es una mezcla de indignación y extrañeza. Me tiene más perdido de lo acostumbrado.

—¿Qué? —le pregunto a ver si reacciona.

—¿Qué pasa? —me responde.

—¿A qué te refieres?

—Pues a que estás siendo aún más raro de lo habitual.

Mmm, ¿más raro de lo habitual? ¿Cómo debería tomar eso? Es un poco gracioso escuchar su apreciación.

—¿Te parezco raro?—le pregunto con verdadera curiosidad.

—A veces.

Estoy contento, es una buena mañana, la he follado en el escritorio de manera salvaje… Reprimo una sonrisa.

—Como de costumbre, me sorprende, señorita Steele.

—¿En qué le sorprendo?

Nuestra conversación comienza a quedarse sin sentido. Estoy perdiendo un poco de paciencia.

—Digamos que esto ha sido un regalito inesperado— le explico.

—La idea es complacernos, señor Grey—dice ella, y mueve la cabeza, tal vez, intentando ser enigmática.

—Y me complaces, desde luego. Pensaba que ibas a darte una ducha.

Me empiezo a poner nervioso.

—Sí… eh… luego te veo.

Sale del despacho hacia la ducha.

¿Qué ha sido eso?

De repente me alivia estar solo. No entendía qué quería.

Llamo a Ros para proponerle algo que se me ha ocurrido sobre el prototipo. Una forma de saber si podríamos hacerlo de manera más segura. Ros cree que es una gran idea.

Evidentemente el sexo de mañana me sienta de maravillas y me inspira.

Pienso en que la tarde de trabajo será larga…

Y, de repente, una sensación interna, algo que vuelve a cambiar mi humor.

No quiero que Anastasia vaya a Georgia, no sé qué debería hacer exactamente. Nunca me ha pasado esto, siempre he sabido qué hacer con una mujer para conseguir lo que yo quería.

Pero con Anastasia todo es diferente.

Sé que insistir es peor, pero también sé que no debería dejarlo pasar. Y también sé que no debería estar pensando tanto en esto.

Aunque me molesta que todavía desconfíe de mí, creo que cada vez estamos mejor. Debería enfocarme en eso.

Me dirijo hacia la cocina.

Allí está, de pie, con ese vestido que le queda tan sexy y un moño en la cabeza.

La señorita Jones revisa en la despensa para preparar el desayuno.

Logro escuchar que le pregunta a Ana si le apetece comer algo.

—No, gracias—responde Anastasia.

Justo entro e intervengo:

—Pues claro que vas a comer algo. Le gustan las tortitas con huevos y beicon, señora Jones.

Ana me mira sorprendido. La señora Jones cumple mis órdenes.

—Sí, señor Grey. ¿Qué va a tomar usted, señor?

—Tortilla, por favor, y algo de fruta.

Nos miramos y Ana está nerviosa.

—Siéntate —le ordeno, y me hace caso.

Está intranquila. Mira hacia la señora Jones. Ya le he explicado mil veces que todos ellos son de mi absoluta confianza.

Me concentro en lo que de verdad me interesa.

—¿Ya has comprado el billete de avión?— pregunto.

Trato de no parecer nervioso. Y lo consigo.

—No, lo compraré cuando llegue a casa, por internet.

Me apoyo en su hombro.

—¿Tienes dinero?

La pregunta la incomoda, por supuesto. Anastasia Steele, siempre tan autosuficiente…

—Sí —me dice con desgano, como diciendo “oh, qué paciencia debo tenerte”.

Su tono de voz me molesta. No debería hablarme así.

Tiene que saber que eso podría tener sus consecuencias…

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