Entramos al salón. Está toda la familia reunida.
No me sorprende que Elliot y Kate estén acurrucados en un costado del sofá. Tampoco que Mia esté tan efusiva con Anastasia. Carrick y Grace, como siempre, le ponen equilibrio a la situación.
Y Anastasia está hermosa. Y no lleva bragas. Me asombra su atrevimiento. La tomo de la cintura y la acerco hacia mí.
Por un momento, me da la sensación de que todos nos miran. Puede que así sea, pero no me incomoda.
Mi padre nos ofrece algo de beber.
—¿Prosecco?—propone.
—Por favor —Ana y yo respondemos al mismo tiempo.
Mia aplaude. Yo sonrío. Ana parece seria.
—Pero si hasta decís las mismas cosas. Ya voy yo— dice Mia con esa costumbre de decir lo evidente.
Ana se ruboriza. Luego pierde su mirada en Elliot y Kate. Una vez más, la señorita Steele queda atrapada en sus pensamientos imposibles de descifrar.
Nunca creí que iba a traer una chica a casa. Simplemente nunca pensé que sucedería. No está tan mal después de todo.
Además ella puede conquistarlos, al igual que lo hace conmigo. Todos pueden quedar hipnotizados bajo la dulzura de Anastasia Steele.
Sin embargo, pareciera que Anastasia está disgustada. ¿Qué está pensando?
—La cena está casi lista —anuncia mi madre.
—Siéntate —le indico a Anastasia, señalándole el sofá.
Me acomodo a su lado.
Joder, y ella sin bragas, no dejo de pensarlo.
—Estábamos hablando de las vacaciones, Ana —comenta mi padre—. Elliot ha decidido irse con Kate y su familia a Barbados una semana.
Maldito Elliot, ¿cómo puede hacer todo tan rápido? No se toma ni un momento para pensar. Adoro a mi hermano, pero podría ser más cuidadoso con sus amores. Pero no, él ya se va de vacaciones sin dudarlo.
—¿Te tomarás tú un tiempo de descanso ahora que has terminado los estudios? —le pregunta mi padre a Ana.
Buena pregunta, papá, a mí ni se me había ocurrido.
—Estoy pensando en irme unos días a Georgia —responde Ana para mi sorpresa.
¡¿Cómo?! ¿Cuándo pensaba decírmelo? No puedo demostrar mi enfado delante de todos, pero me deja demasiado sorprendido y de una manera bien desagradable.
—¿A Georgia? —pregunto tratando de permanecer tranquilo.
—Mi madre vive allí y hace tiempo que no la veo.
—¿Cuándo pensabas irte? —vuelvo a preguntar y creo que el tono de mi voz revela que estoy molesto.
—Mañana, a última hora de la tarde—responde temerosa.
Mia regresa al salón con las copas de champagne y la conversación queda interrumpida.
—¡Porque tengáis buena salud!—exclama mi padre con alegría.
Oh, maldición, me siento tal mal en este momento. Trato de brindar con una sonrisa, pero estoy en otro lado. No puedo creer que se vaya de viaje y ni siquiera lo haya mencionado.
—¿Cuánto tiempo? —le pregunto en voz bien baja para que ninguno de mis familiares se dé cuenta de lo que está sucediendo.
—Aún no lo sé. Dependerá de cómo vayan mis entrevistas de mañana.
Sabe que estoy enfadado y trata de responder con naturalidad. Pero es evidente que todo esto no me gusta y no puedo disimularlo más.
Su amiga, por supuesto siempre atenta para fastidiarme, nos sonríe y me dice:
—Ana se merece un descanso.
No puedo creer que esta chica sea tan metida y tan desagradable. ¿Por qué no se mete en sus asuntos? ¿O acaso yo le digo qué debe hacer con mi hermano? Es increíble, pero, como siempre, decido ignorarla.
—¿Tienes entrevistas? —le pregunta mi padre a Ana.
—Sí, mañana, para un puesto de becaria en dos editoriales—dice ella con una voz muy dulce.
Puedo ver que mi padre está obnubilado por ella. Lo cual no me extraña.
—Te deseo toda la suerte del mundo.
—La cena está lista —avisa mamá.
Todos se levantan y se dirigen al comedor. Intento demorarme un momento. Anastasia intenta ir detrás de ellos pero la tomo de la mano y se lo impido. No voy a esperar a que termine la cena para discutir esto.
—¿Cuándo pensabas decirme que te marchabas? —le pregunto en voz muy baja.
Trato de parecer tranquilo, pero es obvio que no lo estoy.
—No me marcho, voy a ver a mi madre y solamente estaba valorando la posibilidad.
Está nerviosa, pero mantiene esa forma peleadora que tiene cuando me enfrenta.
—¿Y qué pasa con nuestro contrato?— inquiero, cada vez más nervioso.
—Aún no tenemos ningún contrato.
Nunca podría haber pensado que iba a hacer esta jugada. Así que esta es su respuesta. La llevo del codo hasta afuera de la habitación.
—Esta conversación no ha terminado —le comento por lo bajo.
Lejos de asustarse, esta vez, la señorita Steele me mira enfadada. No me lo puedo creer. Está molesta. Ya se arrepentirá.
Nos sentamos. Mia se sienta a mi lado. Me toma la mano con fuerza —ese gesto tan típico de ella— y yo le sonrío.
—¿Dónde conociste a Ana? —me pregunta mirándome directo a los ojos.
Oh, cuántas veces he contando ya esta historia. De todas formas, me encanta recordarla, en especial, cuando pienso en aquella vez que la vi por primera vez.
—Me entrevistó para la revista de la Universidad Estatal de Washington.
—Que Kate dirige —agrega Ana. La conozco lo suficiente como para saber que está tratando de desviar la atención.
Y lo consigue. De inmediato, Mia comienza a hablar con Kate.
No puedo creer que haya planeado un viaje a casa de su madre y que no me lo haya ni siquiera comentado. Es inaudito.
Mi padre le sirve vino y ella sonríe y es amable. Yo la observo enfadado. No es que quiera demostrárselo. Simplemente no puedo evitarlo.
Entonces, me mira de reojo, con cara inocente.
—¿Qué? —le pregunto.
—No te enfades conmigo, por favor —me dice con voz suave y tierna.
—No estoy enfadado contigo— le miento.
Se queda mirándome. De acuerdo, le diré la verdad.
—Sí, estoy enfadado contigo.
Y lo que todavía no sabe es cómo se lo demostraré en cuanto pueda hacerlo.
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