Lloro tanto que Carrick se asusta y da un paso atrás.

Quiero gritar. Quiero chillar. Noto como la rabia me quema por dentro.

Deseo que el Hombre Malo estuviera aquí.

Siento que tengo demasiadas cosas en la cabeza. Siento que de repente demasiadas personas me importan. Me importa como están, que sienten y que piensan de mí.

El Hombre Malo sabía qué hacer para que ese sentimiento de empatía desapareciera. Esa estúpida sensación de que la vida de los demás me importa.

Una vez el Hombre Malo me pegó tan fuerte que pude sentir como mis tripas se sacudían en mi interior.

Carrick, Eliot y Grace ni me pegan ni me chillan. Están siempre pendientes de mí. De que necesito. De que quiero en cada momento. Me cuidan.

Eliot se baja del columpio y corre a esconderse detrás de Carrick.

Siento la necesidad de pegarle a algo o a alguien. Siento como si mis manos quisieran darle una paliza a lo que sea. Una paliza como las que Hombre Malo nos propinaba día sí, día también, a mamá y a mí.

¿Seguirían queriéndome si golpeara algo? ¿Si le pagara a algo, a alguien o a mí mismo?

Grace se acerca y se arrodilla. Quiere tocarme, puedo verlo en sus ojos.

“Oh, querido “ – El tono de su voz es cálido y suave. Sus manos están temblando.

“Lo sé, cariño, lo sé” – No sé qué es lo que sabe, pero sea lo que sea no puede ser bueno.

Su pelo es precioso.

Me acerco a tocarlo. Grace se sorprende, pero no se mueve.

Su pelo es suave. Suave y cálido, como su voz.

Grace sigue quieta. No respira.

Toco su oreja. Su piel es suave, como la de mamá. ¿Me dejará algún día hacerle una trenza?

“¿Puedo tocarte, Christian?” – Me pregunta. Dudo por un segundo.

Doy un paso atrás y al intentar escabullirme me tropiezo y caigo al suelo.

Me he manchado los pantalones de barro.

Grace se acerca.

Sigue acercándose. No parece que vaya a detenerse.

Grace no me haría daño, ¿no?

Carrick y Eliot miran lo que ocurre desde la distancia. No dicen nada, solo observan.

Cuando llega hasta donde estoy se detiene y me mira a los ojos. Dobla las rodillas y se sienta en el suelo, en el barro, como hacen los niños. Se sienta junto a mí. Conmigo.

Grace levanta la cabeza y mira al cielo.

El cielo hoy tiene tonalidades de color naranja. Como la fruta diría mamá.

“Christian, tú eres un chico dulce y bueno. Te mereces a alguien que te quiera y que cuide de ti. Sé que todavía aún no has tenido a nadie que te quiera.”

”Quiero abrazarte, y leerte cuentos y enseñarte cosas.” – me dice

”Puedo ser tu madre. Puedo serlo, si tú me dejas” – Me dice en un tono pausado pero firme y mientras me habla no deja de mirarme a los ojos.

“Sé que entiendes lo que digo, y sé que sabes cómo hablar, Christian” – Todo el mundo piensa que soy estúpido. Todos menos Grace. Grace no.

Quiero hablarle sobre el Hombre Malo y sobre mami. Quiero hablarle sobre los palos de luz, de Jack y de observar a los chicos con las chicas. Quiero hablarle de Jack rompiendo su foto. Quiero hablarle de Car y de cómo Jack también me pegaba.

Sin embargo callo. Callo mientras continuo mirándole a los ojos.

“Estoy seguro de que tienes una voz preciosa y una risa encantadora. Tienes una sonrisa muy bonita, y antes me pareció incluso escucharte reír.”- me dice. Por momentos me parece que Grace es feliz.

Quiero decirle que mami solía decir que yo sabía hablar.

Quiero contarle todo. Quiero que vea las marcas que tengo en espalda. Quiero hablarle del miedo que tengo a los palos de luz. Quiero que me perdone. Quiero que lo sepa que lo siento. No quiero que Grace me pegue.

Abro mi boca e intento mover la lengua. Se oye un pequeño ruido que sale de mi garganta.

“Oh, pequeño, no te fuerces. Cuando estés preparado hablarás, lo sé” – Mantengo mi boca cerrada, y me pregunto cómo consigue saber lo que estoy pensando. Pensaba que eso sólo podía hacerlo mami.

Quizás a Grace le gusto como le gusto a mami.

“Quizás podamos encontrar una manera diferente de comunicarte con nosotros para ti” -me dice, mientras yo inclino mi cabeza y la reposo en mis rodillas para observarla.

“Podemos trabajar contigo escribiendo o incluso dibujando. De esa manera sabremos que consigues todo lo que deseas” – Dice Grace. Nunca la he visto tan entusiasmada.

Quiero decirle que no sé cómo escribir palabras, solamente una: mi nombre.

Uso mi dedo para escribirla en el barro donde sigo sentado, junto a Grace.

C-H-R-I-S-T-I-A-N

Grace parece muy contenta.

“Sí, cariño, muy bien, ¡ese es tu nombre!”. Quiero decirle que mami me enseñó, pero en lugar de eso simplemente sonrío.

Ella escribe G-R-A-C-E, al lado de mi nombre. Lo miro, y luego la miro a ella.

“Este es mi nombre, mira. Algunas de las letras se repiten en ambos. Se repiten la R, la A, y la C.”

Copio lo que ella ha escrito. Ella aplaude.

Estoy contento. Creo que incluso podría decirse que por primera vez en mucho tiempo vuelvo a sentir esa sensación de mariposas en el estómago, mezcla de nervios y felicidad

Me alegro de haberla hecho feliz. Me alegro de haberme sentido feliz al hacerla feliz, aunque haya sido solo un instante.

Nos quedamos sentados en el suelo. Ella deletrea nuestro apellido.

G-R-E-Y

A continuación escribe el alfabeto completo. Sin embargo solo alcanzo a recordar algunas de las letras, las primeras.

Me hace deletrear mi nombre entero C-H-R-I-S-T-I-A-N -G-R-E-Y.

Es la primera vez que veo mi nombre completo. Grace lo lee.

Por alguna extraña razón me gusta como suena.

“Christian, podemos seguir practicando más en casa, ahora debemos marchar, está oscureciendo”.

Quiero preguntarle donde han ido Carrick y Eliot. Ya no están. Quizás se hayan ido hace rato. Me levanto y simplemente la sigo.

“No puedo esperar más. Me gustaría que pudieras venir ya a vivir con nosotros. Va a ser fantástico” – me dice, y puedo notar en sus ojos que realmente lo dice de corazón.

Camino al lado suyo. Deseo decirle que yo también pienso lo mismo, pero en lugar de eso, me limito a tocarle uno de los dedos de su mano, otra vez. Quiero que sepa que me gusta.

Grace es lo que siempre me hubiese gustado que fuera mamá.

Siempre había querido que mamá me enseñara cosas y que hablara conmigo, sin embargo, solo se limitaba a dormir. Mamá nunca me llevaba fuera. Grace es diferente.

El Hombre Malo no quería que saliese de casa. Nuestra casa. La habitación en la que dormía siempre olía mal y aunque nunca levantaban las persianas, fuera de día o de noche, entre aquellas paredes siempre hacía frío. Odiaba aquel lugar.

“No, no más lágrimas, chico guapo. Desearía que pudieras decirme por qué siempre lloras” Grace parece entristecer de nuevo mientras intenta consolarme. Siento rabia. No quiero estar triste, pero no puedo evitar recordar todo aquello.

Continúo sollozando mientras seguimos caminando hacia el coche. Me subo al asiento trasero.

Me gustaría explicarle, me gustaría contarle absolutamente todo, pero simplemente no puedo.

“Quizás cuando vengas a vivir con nosotros puedas decirme por qué estás triste.”

”Abróchate tú también el cinturón, Christian” – me dice Grace ya sentada en el asiento delantero del coche.

Yo no sabía que existían grandes coches con cinturones de seguridad para niños.

Grace enciende la radio y comienza a cantar. Nunca había escuchado esa canción. Me gusta . Es bonita y la voz de Grace cálida y suave, como su pelo.

Cierro los ojos y la escucho cantar.

Desearía que mami alguna vez me hubiera cantado alguna canción. Que me hubiera cantado alguna canción como Grace le canta a Eliot todas las noches antes de darle un beso de buenas noches.

Siento otra vez como la rabia me quema desde dentro

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1 Comentarios

  1. yamilet dice:

    Todo buenisimo hasta ahora, una breve observacion,las marcas son en el pecho

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