No me entusiasma demasiado la idea de ir a buscar ropa con Grace y Mia. Grace logra darse cuenta, pero Mia sigue muy emocionada. Grace se acerca y me mira y sabe que no quiero hacerlo.
Me pregunta si las acompañaré a buscar la camisa.
“Tengo un poco de tarea que hacer”, le respondo. Ella sabe que estoy mintiendo, pero lo deja pasar.
“Christian, ¿por qué no vienes así te pruebas la camisa y nos aseguramos que quedes muy guapo con ella antes de compararla?, pregunta Mia que no comprende que no me interesa para nada su propuesta.
Grace la coge del brazo y la lleva hacia la puerta.
“No te preocupes, Mia. Estoy seguro de que la que elijas va a ser perfecta. Púrpura suena un buen color” le digo, pero parece enfadada porque no las acompañe.
Grace va al coche y ella la sigue mirándome de costado.
Me quedo solo y pienso que hubiera sido mejor haber dicho que no, pero ya es demasiado tarde. Miro el reloj y pienso que mañana a esta hora tendré que estar preparado para el baile.
Me siento al piano y toco para aliviar mi ansiedad. Tocar el piano libera y descansa mi mente. La música me calma. Cierro los ojos y toco un rato largo. Trato de respirar profundamente mientras lo hago.
A pesar de que normalmente esto suele relajarme, esta vez no consigue hacerlo del todo. He estado tocando más de media hora cuando oigo a alguien detrás de mí. Es Carrick que me observa en silencio. Por un instante decido ignorarlo, pero siento su presencia y no puedo continuar.
Así que me doy vuelta y lo miro.
“Me sorprende que hayas accedido a ir al baile con esa chica”, dice
Lo miro en silencio, me encojo de hombros y vuelvo hacia el piano. No quiero hablar al respecto y espero que se dé cuenta.
“Vas a pasarlo muy bien y estoy seguro de que ella está muy feliz de que le hayas dicho que sí.”
Insiste en hablarme. Quisiera que se fuera y me dejara tranquilo con mi piano.
“Ella estaba feliz,” le digo sin agregar nada más. Es todo lo que puedo decir, porque realmente yo no veo la forma de que vaya a pasarlo bien.
Luego, comienzo a tocar el piano de vuelta. Me concentro en los dedos que avanzan sobre las teclas. Carrick suspira. Se sienta en silencio y me escucha tocar. Sé que quiere que diga algo más. Pero rápidamente comprende que eso no sucederá así que se levanta y sale de la habitación.
Entonces entra Elliot y también se sienta. Yo no dejo de tocar. Quisiera que me dejaran tranquilo. Pero por lo visto no lo harán. Lamento que Elliot haya visto todo.
“¿Vas a darle un beso?” me pregunta sin importarle que yo esté concentrado en el piano. Hacía mucho tiempo que no me hablaba. Yo estaba seguro de que me odiaba.
“No”, le respondo en tono seco.
Él me empuja con el codo y logra que deje de tocar el piano. No saco mi mirada de las teclas.
“Deberías decirles, ¿sabes? Me refiero a lo que realmente está pasando en la escuela.”
De repente mis manos pierden agilidad y se me cierran. No puedo abrir los puños. Sin embargo, no dejo de mirar las teclas. No quiero mirarlo a la cara. Me limito a decirle:
“No, déjame en paz.”
“No hay nada malo en no tener amigos. Tal vez puedan ayudarte a hacer algo. Deberías intentarlo. “
Finalmente levanto la vista del piano y me concentro en él. Me enoja que después de tanto ignorarme y ni siquiera dirigirme la palabra, ahora, de repente, se meta en mi vida, haga comentarios y actúe como si todo fuera muy normal desde siempre. ¿De verdad a partir de este momento comenzó a importarle?
“No necesito la ayuda de nadie. La tuya tampoco. Tú sabías de los chicos que se meten conmigo y nunca has hecho nada al respecto. Solo te limitas a sentarte con todos tus estúpidos amigos y actúas como si no fueras mi hermano. Déjame en paz.”
Mis manos se aflojan y decido que volveré a tocar. Pero Elliot me lo impide. Me coge de las manos y me impide moverme. Mi cara está caliente y siento que me pondré a llorar de la impotencia. Lágrimas de rabia.
“Si digo algo, van a burlarse de mí también”, dice.
Sus palabras me hacen enojar aún más.
Logro quitar sus manos de las mías. Estoy sorprendido por mi fuerza. Un segundo después, él me empuja de la banqueta y me tira al suelo. Quiero permanecer allí, pero no logro controlarme. Me levanto y salto sobre él.
Grito. Ni siquiera sé por qué lo hago. Deseo golpearlo y herirlo. Quiero que de algún modo entienda lo que se siente cuando todo el mundo es malo y él no me ayuda.
Elliot está de pie. Salto sobre él, a pesar de que soy consciente de que es más grande y más fuerte que yo.
De repente algo es muy raro. Sucede todo muy rápido. Es Elliot que me tiene atrapado, presionándome contra el sofá. Yo grito. Trato de morderlo.
Llega Carrick. Elliot me tiene inmóvil. No puedo respirar. Jadeo desesperado. Estoy desesperado.
Carrick me sostiene a los lados de la cabeza. Trato de morderlo a él también. Siento gusto a sangre en la boca. Creo que me mordí la lengua, pero no me importa.
Elliot no deja que me mueva. Ellos me están hablando, pero no puedo oír lo que están diciendo. No quiero oír, quiero que dejen de tocarme para que pueda volver a respirar con tranquilidad.
“Christian, tienes que calmarte,” Carrick está gritando ahora. Elliot aprieta mis muñecas con tanta fuerza que creo que va a romper mis brazos. Mis ojos están borrosos y necesito aire.
“¡Fuera, por favor”
El rostro de Carrick está justo encima del mío. Su cara parece horrible. Cierro los ojos lo más fuerte que puedo, no quiero verlo. Puedo sentir que van a hacerme daño y no puedo dejar de gritar.
“Deja de hacerlo!. Me duele!”, no puedo gritar más fuerte. Mi voz no puede ser más ruidosa. Dejo de luchar porque sé que nada puede ser mejor de este modo.
Entonces, oigo a Mia. Ella está llorando. Abro los ojos y giro la cabeza para mirarla. Ella está de pie junto a la mesa, con una camisa de color púrpura y llorando.
“Por favor deja de gritar,” dice asustada. Verme así le da miedo.
Carrick y Elliot me dejan libre y siento que por fin hay suficiente aire en la habitación. Grace también está allí ahora y los cuatro me están mirando. No puedo verlos. No quiero verlos así. Me miran tristes, enojados, asustados.
Me bajo del sofá. Mis ojos siguen viendo nublado. Mi corazón late muy fuerte. No puedo ver a ninguno de ellos con precisión. Decido ir directamente a mi habitación.
Allí estoy más tranquilo. Me quedo sentado en la oscuridad durante un rato. Miro el techo a oscuras.
De repente la puerta se abre. Mia entra y cierra tras ella y salta sobre la cama. Ella no dice nada. Con su mano sostiene la mía.
Evito mirarla. Hasta que logra que mi cara esté frente a la suya.
“Vas a estar muy lindo con esta camisa.”
No digo nada y cierro los ojos. Ella sostiene mi mano con más fuerza y pone su cabeza en la almohada a mi lado.
“Te amo”, me dice muy tranquila.
Me pregunto por qué me quiere si en realidad me tiene miedo. ¿Cómo iba a quererme alguien que me teme? ¿Por qué lo haría si la hago llorar?
“Lo siento,” le respondo sin abrir los ojos y sin moverme. Lo digo en voz alta para que me escuche.
“Tú también me amas, ¿verdad?”, me pregunta en voz baja.
“Sí”.
“Me gustaría escucharlo”, y suena como si estuviera a punto de llorar de nuevo.
“Te amo,” le digo y mi voz suena raro. Unas pequeñas lágrimas caen por mi mejilla hasta la almohada.
Ella se queda en silencio junto a mí. Me gustaría que pudiera abrazarme sin tocarme.
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1 Comentarios
me encanta…. es perfectamente adecuado a la historia original.