Cuando abro mis ojos de nuevo, el sol ha vuelto.
Grace ya no está conmigo. No sé si tengo permiso para levantarme. No quiero que se enfade. No quiero desobedecerla.
La cama está mojada
Grace va a enfadarse. Mucho. Comienzo a llorar.
Lo he estropeado todo.
De pronto Carrick entra en la habitación. Quiero desparecer. Intento esconderme debajo de las sábanas. No sirve de nada. Antes de que me dé tiempo a taparme he visto cómo alcanzaba a verme.
Comienza a hablarme
“Hey, cariño, ¿por qué estás llorando?”
”Sólo vengo para despertarte. Así podremos desayunar juntos… en familia”.
Muevo la cabeza de un lado al otro. No quiero bajar. No quiero que se dé cuenta de lo que he hecho.
No consigo despegar la mirada de las sábanas.
“Tienes que comer, aunque sea un poco. Queremos que vengas con nosotros y nos acompañes.
¿Por qué estás llorando, hombrecito?”
Se acerca a la cama. Aprieto las sábanas con mis manos.
No quiero moverme. Me da miedo que vea que la cama está mojada y se enfade.
Cuando se sienta junto a mí noto que sabe por qué estoy llorando. Empiezo a llorar con más fuerza. Es como si pudiera escuchar los gritos.
Sin embargo, cuando empieza a hablar de nuevo su voz todavía es dulce y cariñosa.
“Christian, has mojado la cama, no pasa nada, seguramente estabas asustado”.
Mi cabeza sigue moviéndose para decir no, no quiero que se lo cuente a Grace, por favor. “
¿Es esto por lo que estabas llorando?
No pasa absolutamente nada, Christian, las lavaremos y pondremos otras nuevas y limpias. A veces pasa y no hay nada de qué preocuparse. Poco a poco te sentirás mejor y más relajado y dejarás de hacerlo”.
No me grita. No me pega. Se limita a sonreírme mientras me mira.
”Llamaré a la señora Touhey para que las cambie. Ella se ocupa de las tareas de la casa y tendrás las sábanas limpias cuando vuelvas a dormir esta noche. Venga, ¡vamos a comer!”
Se levanta y me espera en la puerta para que salga de la cama y le acompañe.
Nunca he tocado a Carrick pero ahora quiero hacerlo.
Cuando salimos de la habitación caminamos juntos, uno al lado del otro. Me acerco a él y toco sus dedos con los míos, como hice con Grace. Al notar mi mano se gira y me mira.
Espero que no se haya enfadado. Sonríe otra vez. Por si acaso retiro mi mano y sigo caminando.
De repente Carrick se detiene. Se agacha y acerca su mano a la mía. No llega a tocarme. La mantiene cerca pero alejada en el aire.
“Está bien”–me dice. Así que mirando fijamente a su mano voy acercando la mía poco a poco hasta que por fin nuestros dedos se tocan. No es suave ni tan delicada como las de Grace o mamá, pero es también una mano agradable. Es mucho más grande y no lleva ningún anillo como las manos de Grace.
Tiene también un reloj en la muñeca, muy pequeñito. Acerco mis dedos a él y lo toco. Es blando y duro a la vez.
“Es un reloj, Christian. Te dice la hora y la fecha. Así puedes ver cuánto tardas en hacer las cosas y saber en qué momento preciso del día estás”
Es muy bonito, me encanta y al sonreírle él sabe que me gusta.
“Podemos comprarte uno, si tú quieres, así tú también podrás llevarlo en la muñeca y saber la hora”.
Mi cabeza dice ¡Sí, sí!
Carrick parece feliz.
Se levanta y comienza a caminar de nuevo. Yo le sigo muy contento. Ahora sé seguro que no está enfadado por haber mojado la cama.
Elliot y Grace están comiendo en la mesa y Elliot no para de hablar mientras corta la comida de su plato.
Mami me habló una vez sobre la escuela y me dijo que algún día me dejaría ir. Me dijo también que todas las niñas y los niños van a la escuela a aprender cosas nuevas. Mami decía que yo era muy listo.
Creo que me gustaría ir a la escuela. Me gustaría ir con Grace y Elliot. Me gustaría aprender cosas nuevas como Elliot. Elliot sí va a la escuela.
Grace me mira. Parece feliz por verme entrar sonriendo.
“Siéntate aquí, cariño. Tenemos gofres, bacon, huevos y zumo para ti”.
Nunca antes he comido esas cosas, pero cuando me subo a la silla y veo la comida en la mesa parece deliciosa. Mi estómago empieza a hacer ruido. Tengo muchísima hambre.
“¿A ti también te gustan los gofres? A mí me encantan con sirope y mantequilla”- me dice Elliot. Veo que tiene el plato ya casi vacío.
Me está mirando fijamente y me pongo nervioso porque no sé qué es lo que debo hacer. De repente salta de su silla y se sienta en la silla vacía que está más cerca de mí. No me asusto. Elliot ya no me da miedo.
Coge mi plato con la comida, lo pone delante de él. Me pregunto si va a comérselo y dejarme sin desayuno.
“Mira”- me dice, “debes cortarlo en trocitos pequeñitos que te quepan en la boca. Después pones sirope por encima, un trocito de mantequilla y te lo comes. Así”.
Miro cómo lo hace. Seguro que Grace le enseñó cómo hacerlo cuando era pequeño como yo.
Aparta el plato con la comida y lo coloca delante de mí. Otra vez.
Cojo el palito plateado para pinchar un trocito de los que ha preparado y lo pongo en mi boca. Intento no levantar la mirada del plato. Puedo notar cómo todos están mirándome.
¡Está buenísimo! Mi estómago vuelve a hacer ruido. Creo que está contento y quiere más. “¿No son los mejores gofres que has comido nunca, Christian?”- Elliot parece muy feliz y me sonríe. Le sonrío a él porque también lo estoy.
“Prueba el bacon y los huevos también, pero bebe un poco de zumo antes”. Me ayuda a poner el zumo en un vaso más pequeño y los huevos y el bacon al lado de los gofres.
Está todo delicioso así que digo que si con la cabeza para que él también sepa que me encanta este desayuno.
Pincho otro trozo y lo pongo de nuevo en mi boca.
“Mastica bien, sino te atragantarás y empezarás a toser”.
Elliot sabe muchísimo. Me pregunto si es muy mayor. Miro la mano que tiene apoyada encima de la mesa y parece igual que la mía. Acerco poco a poco la mía hasta la suya para tocarla y saber si es suave o no. Él se queda muy quieto. Puedo notar que es delicada como la de Grace.
“Me gustas, Christian, me alegra mucho tenerte como hermano”- me dice sin apartar sus dedos de los míos.
Sonrío. No sabía que yo era un hermano. No entiendo qué es lo que significa, pero veo que eso le hace feliz . Nunca antes había visto a alguien igual de pequeño que yo, aunque realmente él es un poco más grande. No tan grande como Grace o Carrick, solamente más grande que yo.
Miro a Grace y Carrick. Ya no me miran. Están usando palabras entre ellos. No sé si Carrick le ha contado a Grace lo que ha ocurrido esta noche pero los dos parecen muy contentos. ¿Estarán contentos porque me gusta el desayuno?
“He de irme a la escuela, pero si quieres cuando vuelva a casa podríamos ver juntos la televisión ¡o jugar a fútbol en el jardín!” Sé que la televisión está en mi cuarto, porque ayer Grace me la enseñó, pero no sé qué significa fútbol.
No me importa.
Sea lo que sea el fútbol, se seguro que querré jugar con él.
Le digo que sí con la cabeza. Me sonríe feliz.
Por un momento me parece como sí hacer feliz a la gente no fuera algo difícil.
Quiero que me quieran y que eso les haga felices a los tres. A Carrick, a Grace y a Elliot.
Elliot baja de la silla.
Yo sigo comiéndome los trocitos que él me ha cortado en el plato. Bebo zumo entre trozo y trozo para no atragantarme, tal y como Elliot me ha explicado.
“La señora Touhey ya está afuera. Elliot, no la hagas esperar”- dice Grace.
Elliot coge una mochila. Una igual que la que Grace usó para poner mis cosas y traerlas a esta casa.
Grace les da un beso a los dos. A Carrick y a Elliot. Se acerca a mí y me coge de la mano. Grace y yo nos quedamos mirando como Carrick y Elliot se van.
“Hasta luego”- dice Elliot mientras corre hacía la señora Touhey.
“Hasta pronto, Elliot” pienso para mí mismo.
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